Enseñanzas de la cerámica
- M. Ines Ugarte
- 24 nov 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 24 nov 2024

Aunque no me considero una persona naturalmente ordenada ni metódica, la cerámica me ha enseñado a encontrar un equilibrio entre el caos y la estructura, entre la técnica y la emoción, y entre el orden y la espontaneidad. Este proceso creativo no busca cambiar quién soy, sino complementarme.
Al inicio, la cerámica se presenta como un material caótico y natural: el barro. Es maleable, impredecible y lleno de posibilidades, muy parecido a mi forma de trabajar, que es espontánea e intuitiva. Sin embargo, para que ese potencial se transforme en una pieza única y funcional, hay etapas que requieren orden y planificación. Nunca me lo hubiera imaginado!. primero debo preparar el material, pensar en la forma y el objetivo para la pieza y seguir los tiempos de secado y cocción son pasos esenciales que demandan cierta estructura y sobretodo mucha paciencia. No se trata de reglas o leyes que rigidisen el trabajo, sino de un marco o algunos limites que me permiten trabajar desde mi intuición y creatividad sin perderme en el proceso.
La técnica, por su parte, es una guía necesaria, pero no la protagonista. La cerámica es un arte que combina precisión con vulnerabilidad, y ahí encuentro una analogía con mi forma de crear. Los detalles técnicos –como la consistencia del barro, el grosor adecuado o el control del tiempo de secado– son herramientas fundamentales donde aparece la emoción que será plasmada en cada pieza. Pero es esa emoción la que realmente da vida al objeto, lo que conecta con las personas y lo convierte en algo más que un simple objeto utilitario o de decoración.
Ese equilibrio entre el orden y la espontaneidad, entre la técnica y la emoción, se refleja no solo en mis piezas, sino también en mi manera de vivir. La cerámica me desafía a estructurarme lo justo para que mis ideas encuentren un lugar donde florecer, pero también me recuerda que debo dejar espacio para lo inesperado, para que las imperfecciones, los errores y los accidentes se conviertan en parte del resultado final.
Cuando una pieza se quiebra o no sale como esperaba, tengo tres opciones: puedo repararla, puedo tirarla a la basura o puedo transformarla en algo completamente nuevo. Este momento es profundamente simbólico para mí, porque refleja mi forma de abordar no solo mi arte, sino también mi vida. En esos instantes, la espontaneidad y la emoción vuelven a tomar protagonismo, recordándome que,
Así es el arte, así es la vida:
no se trata de seguir un camino perfecto,
sino de abrazar el viaje tal como viene, con lineas rectas y curvas peligrosas.
Porque en lo imperfecto,
en lo que no se puede anticipar,
es donde habita la esencia
de lo que verdaderamente somos, de cuanto nos adaptamos, de como nos organizamos a los nuevos caminos.
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